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Muerte por microondas


Claudia una joven estudiante de medicina dedicaba mas tiempo a su vida social que a los estudios, motivo por el cual su madre le prohibió acudir ese jueves por la noche a un fiesta de su universidad a la que ella sabía que acudiría Pedro, el chico de la que estaba enamorada. Sin embargo eso para Claudia no fue un problema pues sabía que su madre, que trabajaba en el hospital, tenía turno de noche y nunca notaría su ausencia si se escapaba.
Poco le importó dejar a su hermana de seis añitos sola en casa, al fin y al cabo ya estaba dormida hacía varias horas y sólo iría a tomarse un par de copas.
En la fiesta corrieron ríos de alcohol y entre copa y copa Claudia se fue acercando cada vez más al chico que le gustaba. Totalmente borrachos ambos, comenzaron los jugueteos, los besos y casi sin darse cuenta acabaron en la casa del chico.
Claudia se despertó en la cama de Pedro cuando eran casi las siete de la mañana, sabía que su madre acababa su turno a las ocho y que si no se daba prisa se daría cuenta de que no había pasado la noche en casa y había desobedecido sus órdenes.
Salió corriendo y llegó tan sólo media hora antes de la hora que solía llegar su madre. Vistió rápidamente a su hermanita y le pidió por favor que no comentara nada a mamá, le prometió que esa misma tarde la llevaría a comer un helado si no contaba nada.
Apurada y sin pensarlo mucho se metió en la ducha para quitarse el olor a tabaco y alcohol que se había impregnado en su cuerpo tras una noche de borrachera. Tenía un dolor de cabeza brutal provocado por la resaca pero no podía evitar una estúpida sonrisa pensando en el chico que tanto le había costado conseguir.
Cuando salió de la ducha con el pelo totalmente mojado recordó que su viejo secador estaba estropeado ¿Cómo podría justificar a su madre que tenía el pelo mojado todavía?
Confusa, asustada y todavía medio borracha pensó que la única solución era secarse el pelo en el microondas, usando un palillo forzó el mecanismo de cerrado de la puerta consiguiendo engañar al aparato eléctrico para que funcionara con la puerta abierta. El resultado fue casi inmediato y su pelo quedó seco en cuestión de segundos.

Por suerte para ella su madre llegó tan cansada del trabajo que ni se dio cuenta de la escapada de su hija mayor la noche anterior.

Claudia con un sonrisa salió de casa rumbo a la universidad, sabía que su plan había funcionado. Estaba feliz por su éxito y sobretodo por su conquista, el chico más guapo de clase al fin era suyo. Lo único que enturbiaba su victoria era ese molesto dolor de cabeza, a pesar de haberse tomado dos aspirinas parecía que no solamente no quería desaparecer si no que además iba cada vez a mas.
Al llegar a la universidad su cara parecía la de un cadáver debido a la falta de sueño, la resaca y el dolor de cabeza. Y entonces fue cuando nada mas entrar en clase se derrumbó, los profesores y sus compañeros acudieron de inmediato a ayudarla, pero ya nada se podía hacer:
¡¡¡ Estaba muerta!!!
Al hacerle una autopsia quedaron horrorizados…
¡¡¡ Tenía el cerebro totalmente quemado y convertido en un viscosa pasta !!!

Los niños del ferrocarril


Cuenta la leyenda que un autobús escolar se detuvo sobre las vías del tren en un paso a nivel, su conductor estaba tan borracho que no se dio cuenta de donde había aparcado mientras bajaba a orinar. Por desgracia a los pocos segundos un tren de mercancías que circulaba a gran velocidad chocó contra el bus matando a todos los niños que había dentro, los pobres angelitos casi ni se dieron cuenta. Se dice que desde entonces sus almas sin descanso penan en ese mismo punto deseando cobrarse la vida de quien les dejó a su suerte por influjo del alcohol.
Cualquiera que se detenga por la noche en el paso a nivel del tren con la luz en rojo sufrirá su ira ya que decenas de pequeñas manos invisibles empujaran su coche hacia la vías, donde serán aplastados por el tren.

Los más afortunados podrán acelerar su vehículo y escapar a tiempo, pero los espíritus de los infantes impedirán a cualquiera que haya bebido o esté borracho escapar con vida. Según los testimonios de los pocos supervivientes a veces cuando los cristales de los coches están empañados se pueden ver sus manitas apoyándose en el cristal mientras te empujan a tu muerte. Otros dicen haber escuchado las voces y lamentos de los niños mientras permanecen en el sitio.

La niña de las monedas


Existe una antigua casa del centro de las ciudad que se dice está encantada y cuentan que en ella hace mucho tiempo vivía una familia acomodada que tenía una hija pequeña y varias criadas a su servicio.
Una noche mientras la niña dormía escuchó unos ruidos en el pasillo, abrió lentamente la puerta de su cuarto para mirar el pasillo que comunicaba la habitaciones, un enorme, largo y oscuro corredor lleno de cuadros y enlosado.
Al final del pasillo la niña vio lo que parecía un niño de su edad levantando una de las losetas y metiendo algo dentro de un hueco en el suelo. La niña no podía creerlo, lo que vió relucir en la mano del muchacho al pasar por la tenue luz que entraba por la ventana eran monedas de oro.
Cuando el niño se fue salió y se dirigió hacia allí; entonces apareció una de las criadas con una vela enorme que también había visto lo que había pasado y quería sacar partido.
Decidieron que no dirían nada a nadie, todas las noches se acercarían y con la ayuda de la luz de la vela levantarían la loseta y sacarían las monedas hasta acabarlas. Cada noche, la niña, que por su tamaño cabía dentro, se metía por el hueco bajo la loseta e iba dando monedas a la criada, quien las iba guardando en un enorme saco. Las noches pasaban y aquel tesoro parecía no acabarse nunca. Cada noche que pasaba la vela iba consumiéndose más y más, pero las monedas seguían saliendo a pares y no querían dejarse ninguna.
Una noche en medio de su labor la vela comenzó a parpadear haciendo amagos de apagarse, la criada le dijo a la niña que saliera del hueco, que ya tenían dinero de sobra. La niña le hizo caso y abandonó el escondrijo, pero en el último momento una moneda cayó del saco al hueco y, en un acto de avaricia y sin pensárselo siquiera, la muchacha se metió de nuevo en el hueco. La criada intentó agarrarla pero no pudo, mientras le gritaba que por favor saliera de allí y dejara la moneda, pero en medio de ese griterío la vela terminó de apagarse. En el momento justo en que el último rayo de luz salió de la vela la loseta se cerró ante los ojos de la criada dejando a la niña dentro, fue imposible volverla a abrir nunca mas.
La criada decidió no decir nada a nadie, los padres dieron a la niña por desaparecida y el tema se fue olvidando con el tiempo. Pero aún en la actualidad dentro de esa casa se siguen oyendo por las noches los gritos de auxilio de la niña que repiten noche tras noche en el pasillo "Por favor...socorro...sacadme de aquí...". Incluso la policía ha acudido multitud de veces ante la llamada de los vecinos que oían voces pidiendo ayuda, pero al llegar al viejo caserón lo único que siempre han encontrado es una vela vieja y consumida puesta justo en el centro de una loseta...

El asesino del asiento de atrás


Una mujer sale del trabajo a altas horas de la madrugada, la carretera está vacía y su camino como cada noche se vuelve monótono y aburrido.
Para evitar dormirse al volante decide parar a comprar algo de comer en una gasolinera que hay camino a su casa, al fin y al cabo no tiene nada que desayunar al día siguiente. La distracción le servirá además para mantenerse despierta los quince minutos que faltan hasta llegar a casa. Tras realizar una rápida compra y lavarse la cara en el baño decide reanudar su viaje.
A los pocos minutos un coche se sitúa detrás de ella a toda velocidad y empieza a encender y apagar las luces. Prácticamente cegada por la intensidad de sus luces de larga distancia la mujer acelera. Sin embargo el vehículo que la persigue aumenta la velocidad y golpea fuertemente su parachoques trasero. Entre el miedo y los nervios se le cae el teléfono móvil bajo el asiento por lo que le es imposible llamar a nadie para pedir auxilio. Tiene que conducir a toda prisa porque el otro vehículo la persigue insistentemente, además las luces de carretera del coche que la acosa le impiden ver correctamente el camino.
Finalmente y con el corazón a punto de explotar del miedo consigue entrar en la ciudad, sabe que la puerta de su casa está pocos metros y que si baja corriendo podrá llegar a tiempo.
Sale del coche de un salto y deja la puerta abierta, tiene demasiada prisa para preocuparse de cerrarla.
Casi inmediatamente del vehículo que la perseguía sale un hombre de pequeña estatura y algo gordito que la grita sin cesar:
¡¡¡ Corre, entra en casa y cierra la puerta !!!
¡¡¡Llama a la policía!!!
La mujer desde el interior de su casa se asoma por la mirilla y observa como de repente del interior de su propio coche sale un hombre con un hacha. Con paso firme se abalanza sobre el conductor que la perseguía y le despedaza en cuestión de segundos.
El conductor que la “acosaba” lo único que pretendía era avisar a la mujer que había alguien en su asiento trasero. Mientras circulaba tras su coche pudo observar como se levantaba una silueta con un hacha y la alzaba con la intención de atacar a la mujer que estando de espaldas no podía ver a su asesino a escasos centímetros.